miércoles, 18 de abril de 2012

Wineta


Siendo en retirada, recuerdo el paso por la Selva Negra de Alemania, andábamos perdidos y desorientados cuatro camaradas en total (en realidad 3 varones y la mujer amada rusa (esposa) de uno de nosotros). Quiso la diosa fortuna (en realidad, Dios) que una persona anciana nos encontrara. Su rostro apacible y sereno nos dio tranquilidad, lo saludamos y nos invitó a descansar, para luego seguirlo.


Mientras tanto, la verdad, estábamos como petrificados entre que no podíamos movernos y cansados, pese a la prisa, aceptamos descansar.


De la nada, un camarada hizo comentario de que por ese lugar existió hace muchos años una ciudad que ahora yacía bajo el agua en un lago (algo similar a el Lago de Tequesquitengo).


El anciano asintió y como la curiosidad me invadió, le pregunté que como era eso, ¿cómo había sucedido?


El anciano – que irradiaba enorme serenidad – preguntó si queríamos nos platicara la historia, a lo cual respondimos en forma afirmativa. Y esta es la historia que nos narró.


Hace muchos siglos Wineta era un lugar de trabajo y de dignidad. todos sus habitantes cumplían con sus obligaciones, vivían en paz. Los campesinos y los obreros eran empleados fieles y sumisos a sus señores feudales, a la vez, estos eran bondadosos, nobles y los protegían, no había derroches ni abusos, todos eran Aristócratas de Sangre. Sin embargo, como en toda la historia de la humanidad había pobreza.


Los campesinos trabajaban de sol a sol para subsistir. Uno de ellos era Wolfgan quien no estaba conforme consigo mismo.


Renegaba de tanto esfuerzo para solo subsistir, quería diversiones, dinero y placeres, se la pasaba pensando como cambiar las cosas para tener poder y cambiar su mundo.


Estaba en su casa pensando lo anterior cuando una persona – tocando a su puerta - se le acercó y le dijo: yo tengo la solución de tus problemas, ¡ábreme! para platicar. Wolfgan no abrió, pues consideró que sería ya un compromiso, por lo mismo desde cada uno en su lugar platicaron de lo que se trataba y cada uno puso sus condiciones.


Se trataba de que el individuo le diría donde estaba oculta una riqueza fabulosa, con la cual todos en la ciudad serían ricos, eso, a cambio solamente de que Wolfgan incitara a la gente a que una vez ya enriquecidos olvidaran el trabajo y se dedicaran a las fiestas, a las diversiones, a la usura, el dominio, la intriga, a crear problemas a sus vecinos y por otro lado, ofrecerles ayuda para hundirlos mas y tenerlos dominados, a consumir e imponer su voluntad entre las ciudades vecinas.


Ambos aceptaron, el extraño entonces le dijo el lugar en donde estaba el tesoro y Wolfgan haría lo que se le pidió.


Fue hallada una veta de diamantes, el pueblo entero trabajó conjuntamente para salir de la pobreza; patrones y trabajadores trabajaron y se repartieron equitativamente las ganancias obtenidas, las gemas eran vendidas en países vecinos.


El señor Nielsen era el encargado de limpiar y pulir las piedras. Solo el señor Gunheim no aceptó participar, se negó a entrar en el pacto, continuó trabajando.


En Wineta empezó una época de dilapidación de dinero, de usura, de intrigas con los vecinos en afán de dominio, en un vértigo sin fin. Los hijos eran abandonados a su suerte, lo mismo los campos, únicamente la tierra de Gunheim estaba floreciente, él no participaba de la locura colectiva.


Un día, el cielo se nubló en forma impresionante y en pocos minutos se desató un diluvio; el agua sepultó a la ciudad, al valle y sus habitantes. Gunheim se salvó porque había ido – junto con su familia - a la ciudad próxima a vender su cosecha, al regresar solo vió un enorme lago en lo que había sido su ciudad. Con lo que tenía, él y los suyos se fueron a un claro del bosque cercano y ahí vivieron felizmente.


Se dice que la familia vive todavía, en premio a su prudencia. Dios quiso prolongar su dicha y felicidad.


Nos sonreímos y nos alegramos de escuchar algo bueno, positivo, después de tanto dolor, tristeza y desesperanza, pues estábamos viendo y viviendo el triunfo del imperio del mal. A continuación nos invitó a comer en su cabaña, lo cual aceptamos de inmediato.


Cenamos esa noche en compañía de su mujer (una ancianita linda) y sus dos hijos (ya grandes) una comida deliciosa. Nos repusimos. Por fin teníamos una noche tranquila lejos del estruendo de las batallas y de los sustos de las patrullas enemigas.


La verdad ya no recuerdo si dormimos o no, solo recuerdo que nos despedimos y el anciano se ofreció a llevarnos por un camino seguro, pues no desconocía quienes éramos y porqué andábamos en retirada, la guerra ya había terminado y nos perseguían con gran saña a todos los voluntarios.


Así fue y al despedirnos a poco de comenzar a caminar un camarada se volteó y le preguntó su nombre al anciano quien le contestó ¡Gunheim!. Nos miramos sorprendidos y volteamos a verlo, pero el anciano ya no estaba. Desapareció. Dimos gracias a Dios por su ayuda, recuerdo que nos hincamos y los bendecimos a ambos. En acto seguido al poco caminar, estábamos en la frontera.


Grande era nuestra alegría. Nos ayudaron a cruzar. Gracias Dios mío, ya estábamos a salvo. Solo me faltaba regresar a mi Patria ya que los demás se establecieron ahí, bajo otra identidad.


Mayo 1945

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