viernes, 15 de junio de 2012

La Hacienda "Fortuna"

Leyenda Argentina
He llegado ¡por fin! a América, me da mucho gusto disfrutar la paz y tranquilidad.
Procuro ya no recordar lo acontecido en Europa, pues solo me da dolor y angustia ver el triunfo del imperio del mal. Nadie me recibe, pero busco y encuentro camaradas y procedo a descansar; pero los recuerdos me asaltan y viene a mi mente y confirmo una historia aqui en Argentina.
Hacia finales del Siglo XIX por 1880, allá por la Provincia de Corrientes, existía la Hacienda "Fortuna", perteneciente a la rica familia Andonaegui (se pronuncia Andonegui). La hacienda había progresado porque trabajaban en armonía los trabajadores y sus propietarios.
Como en todas partes, en muchas historias, el Mayordomo Ramón se sentía atraído por la Señorita Emilia, hija única de la familia, de quien verdad sea dicha, se había enamorado, ella no lo sabía, porque en las pláticas que tenían y debido a la juventud de ambos, siempre le guardó un profundo respeto. Sólo le llegó a decir que él estaba enamorado pero por lo mismo, obligado a guardar silencio, por mucho tiempo. Nunca le dijo de quien.
Pero, por esa época, en la región cercana de Curuzú merodeaba "El criollo" y su banda, se sabía que había asaltados ya algunas fincas cercanas, pero la familia dueña de la Fortuna, no tomaban medidas preventivas para proteger sus propiedades.
El destino quiso ese día, en que iba a prevenir a su patrón, al encontrarse con Emilia, ambos empezaron a platicar, sin darse cuenta se dirigieron a la orilla del río; en ese instante un pájaro - de los que en Argentina denominan - "Yatevi", se puso a cantar, al escucharlo Ramón le dijo a la hija de su patrón: Recuérdelo Señorita, ese pájaro cantará y en su canto se hará patente mi amor.
Toda esta plática fue escuchada por Alfonsina quien estaba enamorada de Ramón y por supuesto sentía celos de su patrona Emilia. De inmediato corrió a dar su versión de los hechos a su patrona la Señora Andonaegui, quién a su vez informó de lo anterior a su esposo.
Emilia fue reprendida; en su interior, hasta ese momento se dio cuenta que Ramón la pretendía, fue por eso que le dijo a su padre: "no quisiera que reclamasen algo a Ramón, porque me pondrían en ridículo. ¡ojalá me hubiera declarado su amor. Pero jamás lo ha hecho!".
Está por demás decir que cuando el mayordomo Ramón, se presentó con su patrón para convencerlo de que debía tomar previsión por la ola de asaltos, no fue escuchado y si en cambio le fue reprochada su actitud de meterse en asuntos fuera de su incumbencia.
En vano la Señora trató de convencer a su esposo de su error; él siguió firme en su actitud.
Esa noche precisamente a las 23 horas la banda del Criollo tomó por asalto la Finca, los trabajadores al reunirse para defenderse, se dieron cuenta que sólo contaban con dos carabinas viejas. ¡nada podían hacer contra veintidos malhechores bien armados!
De inmediato, mozos y peones fueron arrinconados y amarrados a las columnas, uno por cada una, los patrones fueron recluidos en una habitación. En forma inmediata se detectó que Ramón no estaba entre los presentes, por lo que a las 01 horas, el criollo preguntó al Sr. Andonaegui, en donde estaba su Mayordomo, a lo que él contestó: ¡huyó cuando los escuchó venir!.
El criollo no dio importancia y preguntó por el oro, lo cual al principio negó el patrón pero después de una golpiza optó por decir en donde estaba; en acto seguido los condujo hasta el pasillo en donde se encontraba una alacena en donde estaba el oro, pero cual no sería la sorpresa, al descubrir que la chapa y el candado estaban rotos y vacía la alacena. Una sola idea asaltó a todos, ¡Ramón huyó con el oro!.
De inmediato se aseguró a los rehenes y todos los fascinerosos se avocaron a buscar a Ramón, solo por un rato, ya que temían hubiera ido a la guarnición mas cercana y pronto vinieran los soldados.
Estando encerrada la familia, el padre de Emilia reprochaba que Ramón hubiera huido, lo juzgaba mal, a lo que ella le decía que no lo juzgara así. Pero en esos momentos un golpe seco abrió la puerta del cuarto y apareció el Mayordomo, rápidamente les dijo: vengo por ustedes, huyan, ya puse a salvo el oro, está bien escondido, pero su patrón le espetó ¿cómo sé que dices la verdad, no serás aliados de los malhechores?. Ramón quedó paralizado por la duda y sólo acertó a decir: ¿desconfia de mi?. Emilia se interpuso entre los dos y dijo: "¡Ramón yo te agradezco emocionada lo que has hecho por nosotros, que no lo merecemos!". En eso estaban cuando el criollo empezaba a acercarse al cuarto, Ramón alcanzó a esconderse en el armario.
Al aparecer el Criollo – en escena - notó que la puerta estaba abierta; al preguntar que había sucedido, Emilia contestó que no importaba, ¡nadie de nosotros escapó!.
Pero el Sr. Andonaegui, sin saber porqué causa, descubrió a su Mayordomo diciendo: ¡Vean el armario, él se llevó el oro. Pregúntenle a él!.
Rápidamente el "Criollo" abrió el armario encontrando ahí a Ramón, quien consternado comentó: ¿tanto me aborrece patrón, para entregar todo su dinero a estos forajidos?. De inmediato fue conducido al patio para ser atormentado, pero ....... al ir saliendo del cuarto volteó Ramón y dijo: "Señorita Emilia, yo no revelaré jamas donde está oculto el oro. Sólo por usted lo quiero salvar. Si muero sin revelarlo el oro pudrirá la tierras, envenenará el ganado, arruinará la hacienda".
Al quedar solos Emilia exclamó: ¡se arrepentirá usted de todo lo que ha hecho y dicho papá y cuando esté arrepentido nada tendrá remedio ya!.
Al amanecer se escuchó un disparo en el patio de la Finca.........¡Ramón pagó con su vida su lealtad!. Nunca dijo donde estaba el oro. Los fascinerosos huyeron llevándose solo algunos objetos de valor.
Así, mientras el Patrón desataba a su gente, Emilia salía por la puerta del corral escapándose y resuelta a no volver a sus padres nunca mas.
El Sr. Andonaegui no encontró a su hija ni el oro, al empezar su debacle, mandó traer a su hermano Facundo de Buenos Aires y a otros parientes, quienes acudieron a su llamado, pero aún así, la Finca iba de mal en peor; sus parientes lejanos de otro país en la misma América, le enviaron apoyo, le dieron semillas, pero todo fue en vano. Al último cuando una enfermedad acabó con el ganado, su esposa también murió, consumida por la tristeza debida a la ausencia de su hija, la que nadie encontraba ni supieron darle siquiera alguna razón.
Su hermano y otros parientes optaron por irse de la Finca "Fortuna", pues a ellos también empezaba a afectarles aquello que parecía una maldición. Ya ningún peón quizo trabajar; y así las cosas Andonaegui murió poco después, sólo y atormentado por los remordimientos, ahí en donde antes, solo había prosperidad, alegría y paz, frases por él dichas.
El gobierno - pasado un tiempo - decidió tomar posesión de aquéllas tierras sin dueño, pero estando un pelotón a punto de posesionarse, apareció una - casi de la nada - hermosa mujer, montando un brioso corcel a la usanza y con silla de mujer y mostrando los documentos correspondientes, pidió al Oficial respetasen su propiedad y la abandonasen. El Oficial dio la orden a su tropa de retirarse, mas que nada, había reconocido a Emilia por la leyenda que ya corría y por el gran respeto que se profesaba a dicha familia.
La hermosa mujer empezó a recorrer su antigua Finca, cuando de pronto de una rama de un árbol escuchó un canto olvidado "yateví, yateví", que la hizo salir de sus pensamientos. Comprendió instantáneamente que era Ramón, .........era su señal de amor y perdón a esas tierras que fueron asoladas por el mal.
Al día siguiente localizó al viejo Higinio quien no cabía de gozo - estaba feliz de volver a verla y le dijo: por usted, volveremos a trabajar para levantar la Hacienda, en acto seguido buscaron a los demás trabajadores. Juntos, rescataron el oro que estaba escondido en lo pantanoso del río, ahí donde su gran amor le dijo: "¡Recuérdelo señorita, ese pájaro cantará y en su canto se hará patente mi amor!".
Todos, se hicieron a la idea de levantar la Hacienda, la cual prosperó en pocos meses.
Emilia Andonaegui no se casó, sólo cambió el nombre de "Fortuna" por el de "La señal", en memoria del enamorado callado y fiel que ocupó su corazón para siempre.
Los ojos de Dios están en todas partes
Observando a los malos y a los buenos

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